Sucia, bella, colosal.
Fiel a si misma, su mayor logro es su lejanía a toda concesión al mainstream o agenda alguna. Y esa autenticidad tan solo es superada por su apabullante potencia visual.
No hay en ‘El hombre del norte’ sitio alguno para efectismos, ni para miradas tibias del espectador pusilánime acostumbrado al chascarrillo, tan solo hay sitio para el cine, ajeno al parabién del respetable y que maneja fines muy distintos.
Excesiva, primitiva, estimulante.